DESARROLLO
Y AYUDA EXTERNA.
Necesitamos para “desarrollarnos”, capitales y técnicos extranjeros, se dice y si no se dice se piensa y si no se piensa, se acepta. Asistencia económica y asistencia técnica, están a la orden del día. No se discuten. Sobre esa asistencia o esas asistencias, existe una abundante bibliografía. Analizan los autores, modalidades y formas; pero pocos, muy pocos, plantean el problema en sus términos exactos; pocos, muy pocos, emiten o insinúan dudas, sobre las ventajas del sistema, o se interrogan sobre las repercusiones del mismo. Capitales y técnicos extranjeros, cuantos más, mejor. Panacea y verdad axiomática.
Este conformismo perezoso que admite sin examen, es una prueba más de la triste y lamentable confusión ideológica, aludida por Ardao en alguna de sus notas.
Empecemos por el principio, para comprender y también para actuar.
¿Qué ha, de entenderse por asistencia extranjera y por capitales extranjeros?
La representación popular, la idea más generalizada del fenómeno, es simple. Un país rico, un organismo internacional o no, nos presta o nos dona. Con esos préstamos o donaciones pagamos deudas viejas, construimos una carretera, remozamos nuestros ferrocarriles, ampliamos nuestras fuentes de energía. Sin los tales préstamos no podríamos hacer frente a nuestras obligaciones ni mejorar nuestros servicios, ni crear nuevas industrias, ni producir más en los campos. En una palabra, no podríamos “desarrollarnos”.
Durante algún tiempo - digamos, desde mediados siglo XIX hasta casi mediados del siglo XX - la forma más corriente o más visible de la ayuda extranjera, consistió en movimientos de capitales a largo plazo – préstamos - sujetos a un sistema de amortización e intereses. En ocasiones, muy pocas, esos préstamos, se hacían de gobierno a gobierno. En otras un sindicato extranjero colocaba en el exterior, los títulos de deuda de un país.
Aquellos préstamos eran los que hasta hace algunos años (1947) aparecerían en nuestros Boletines de Crédito Público, bajo el rubro, Deuda Internacional. A los otros se les denomina Deuda Externa. Externa por haber sido colocada en el exterior y también porque los servicios de la misma - amortizaciones e intereses - deben hacerse, general o normalmente, en el exterior.
La historia del Uruguay es breve y conocida. En los inicios, nuestra deuda externa tuvo como acreedor principal a Inglaterra. A partir de la primera guerra mundial, o mejor aun a partir de la primera posguerra mundial, fue en Esta dos Unidos donde colocamos nuestros empréstitos. El cambio de mercados no lo decidimos nosotros. Lo decidió la situación internacional.
Después del 30 y durante algunos años, nos abstuvimos de emitir nueva deuda externa. Por razones nacionales si se quiere y también por razones internacionales. El mercado inglés continuaba cerrado y luego de la crisis del 30, también cerró el mercado estadounidense. En esos años nos aplicamos a rescatar parte de la deuda externa o a nacionalizarla y también a consolidarla y recién en 1942 (5 de julio), volvimos a Nueva York para obtener, no ya mediante la colocación de la deuda en el mercado financiero, sino mediante un préstamo del Exim Bank, 12 millones de dólares destinados a obras de hidroelectrificación (Rincón del Bonete).
El último cuarto de siglo todavía en curso, ha marchado por el camino abierto en 1942. La deuda externa ha quedado limitada a las deudas contraídas con anterioridad a 1930 y nuevas deudas han aparecido cuya contabilización es confusa, porque se dispersa entre varias instituciones. Deudas con el Banco Internacional Reconstrucción y Fomento, con. el Exim Bank, con el Banco Interamericano de Desarrollo, con el Fondo Monetario Internacional, con AID.
La técnica ha variado: los organismos llama dos internacionales u otros organismos que lo son, como el Exim Bank, han sustituido sindicatos bancarios privados. No obtenemos cursos a través de Baring Brothers, o de Hallgarten o de Dillon Read. Los obtenemos directamente de los dichos organismos.
Pero ¿es que los capitales y los préstamos sólo pueden venir o vienen del extranjero, por la vía de los gobiernos o de la colocación en los mercados de capitales o por intermedio de los organismos internacionales o nacionales de otro país? No, por cierto. Es útil refrescar o recordar otras nociones elementales y el lector ha de excusarnos que lo hagamos.
Señalemos, en primer término, que pocas nociones son más confusas, que la noción de capital. Las definiciones, por otra parte, varían según el ángulo de enfoque: jurídico, contable, económico. Existen además, diversas clases de capital. Pero a los efectos de la demostración necesario es partir de alguna base. La definición de Irving Fisher es, nos parece clara: “un stock de bienes existente en un momento dado se llama capital; un flujo de servicios durante un período de tiempo dado, se llama renta”.
Perroux da una definición más “monetaria”:
“El capital es una suma de valores expresado en moneda y mantenida constante por una práctica corriente de amortización”.
Marx, se recordará, distingue entre capital constante y capital variable. El primero designa los equipos y las materias primas (las máquinas, las herramientas, etc.). El segundo, la fuerza de trabajo.
Cuando pensamos en capitales extranjeros, solemos pensar en capitales monetarios o en capitales financieros, es decir no en “una suma de valores expresada en moneda”, según la definición de Perroux, sino en una simple suma de dinero, es decir en el capital líquido por excelencia, aquel que permite su inmediata utilización en la compra de bienes o servicios. Pero dicho esto debe comprenderse, nos parece, que los capitales extranjeros pueden venir ora en moneda, ora en bienes de producción aun en materias primas. Asimismo que el hombre que se incorpora a nuestras tierras y nos trae fuerza de trabajo es él mismo, un capital y no el menos valioso.
Limitémonos por ahora, sin embargo, a la primera parte de la definición: capital es stock bienes; puede llegarnos en moneda o puede llegarnos en bienes de producción y aun de consumo.
Mostramos antes en forma muy somera, las distintas etapas que en nuestro país ha recorrido lo que suele considerarse específicamente el aporte de capitales extranjeros: la deuda de Estado a Estado; la deuda del Estado con capitales privados radicados en otro; la deuda del Estado con organismos nacionales de otro Estado o con organismos internacionales. El proceso confirma que la marcha no es, como también suele creerse, lineal. Es zigzagueante o en espiral.
Durante mucho tiempo las deudas de Estado a Estado fueron consideradas anacrónicas y peligrosas. El Estado deudor quedaba sometido al Estado acreedor. Después, cuando el prestatario sector privado, el Estado al cual ese prestatario pertenecía por origen o residencia, se arrogó el derecho de respaldar reclamos del acreedor castigar los incumplimientos del deudor. A este período se vinculan las exigencias de garantías reales, (caso de nuestra Consolidada); las invasiones punitivas (Haití, Nicaragua, Santo Domingo, etc.) y las doctrinas - verbigracia la Drago - opuestas al cobro compulsivo de las deudas externas. Los grandes estados no prestaban directamente; pero cuidaban con paternal celo y fines propios de los préstamos que hacían sus ciudadanos.
Al comienzo de la segunda mitad de este siglo como dijimos, una nueva etapa se abre. Esos Estados - especialmente uno - volvieron ora al préstamo directo, ora al que se cursaba por la interpósita persona de organismos internacionales sobre los cuales ejercían y ejercen un incontrastable dominio. Es, repetimos, la marcha en espiral. Los distintos momentos de un proceso dialéctico. Pero el aporte de capitales extranjeros no sólo se cumple a través de los créditos o préstamos contraídos directamente por un Estado con otro Estado, o por un Estado con particulares de otro Estado o por un Estado con organismos nacionales de otro o con organismos internacionales.
Ese aporte puede adquirir y adquiere muchas otras formas. La vida económica internacional es sumamente compleja.
- En lugar de endeudarse un Estado pueden endeudarse los particulares de ese Estado. Cuando una empresa - verbigracia Cutcsa - adquiere ómnibus en el exterior a pagar a mediano plazo - siete o diez años por ejemplo - esa empresa particular está trayendo capitales al país que devolverá con el correr del tiempo.
- Si un particular decide emigrar de su país de origen y lleva con él a otro país, sus herramientas, sus máquinas, sus equipos y sus reservas monetarias, está haciendo un aporte de capitales.
- Una empresa que decide instalar en el extranjero, una sucursal, una filial, una planta de producción y envía las máquinas, las materias primas, los técnicos y la masa de maniobra monetaria para iniciar el giro de la nueva empresa o para adquirir algunas que ya están en marcha, hace un trasiego de capitales.
- Pueden los extranjeros adquirir tierras u otros bienes inmuebles - como se sabe algunas legislaciones preven que esas adquisiciones sólo pueden hacerse dentro de determinadas zonas del territorio, alejadas, por ejemplo de las fronteras, y con sujeción a ciertas condiciones - o adquirir el control de algunos servicios públicos o de algunas producciones características: transporte, petróleo, industria de la carne, cobre, estaño, frutas. (Casos de la Standard Oil o de la Shell; de los frigoríficos americanos e ingleses; de las compañías de electricidad y teléfonos; de la United Fruit; de los ferrocarriles, etc.).
- El capital puede colocarse a largo o a mediano o a corto plazo. Por lo general las deudas que contrae un Estado son a largo plazo; aun que las hay también a corto plazo, como los préstamos “Stand by” del Fondo Monetario.
En las relaciones bancarias internacionales, los créditos que otorgan los corresponsales en el exterior, representan otras modalidades de aportes de capital extranjero a corto plazo. Esas líneas de crédito, al igual que los descubrimientos de las cuentas corrientes bancarias en el interior del país, significan un adelanto de capitales.
—La lista podría extenderse mucho más. Los precedentes son unos pocos ejemplos para mostrar la gran complejidad de las relaciones económicas entre países; la muy amplia gama de colocaciones y ayudas. Los capitales van y vienen; arraigan o se colocan a plazo; sirven a las transacciones corrientes o adquieren el dominio de determinado sector de una economía nacional.
El aporte de capital extranjero, pues, puede realizarse no sólo a través de los préstamos o créditos acordados a un Estado. Puede también realizarse a través de operaciones por, con y entre particulares. Esos aportes pueden agruparse:
—De acuerdo con la finalidad o destino de la inversión. Colocar capitales en servicios públicos, en la industria petrolera o minera no es lo mismo que colocarlos en la producción ganadera, o en un bar.
—De acuerdo con las características del colocador: su poderío y su organización. Un monopolio internacional que busca fuentes de materias primas o mercados para un producto cuya fabricación exige ingentes capitales, no es lo mismo que un productor aislado.
En los hechos, no obstante, ocurre que las colocaciones de capital privado extranjero suelen hacerse por consorcios poderosos y monopolistas, con la finalidad de desplazar a los concurrentes nacionales o de adquirir el dominio de servicios públicos o industrias o actividades típicas, aquellas cuyos productos tienen coloca ión en los mercados internacionales o requieren grandes inversiones o son simples transformadores de productos semi terminados en las fábricas extranjeras propiedad de los mismos consorcios.
De este primer y muy elemental esbozo, se infiere desde ya:
- Por capital extranjero no puede considerarse sólo aquel que viene por la vía de préstamos o créditos, ora de Estado a Estado, ora de particulares o de organismos internacionales a un Estado.
- Del capital extranjero genéricamente considerado, no se puede prescindir; a menos de un hipotético cierre total de fronteras. El equilibrio de la balanza de pagos, de uno u otro moda, se logra por las transferencias de capitales.
- Otras formas de aportes de capital extranjero pueden ser necesarias y útiles: créditos a quienes adquieren equipos de producción y materias primas (financiación de importaciones); contribuciones de inmigrantes; traslado de colonos; desplazamiento de industrias.
Respecto a la financiación de importaciones ha de cuidarse no obstante, que ella no se traduzca en un privilegio para las filiales de empresas extranjeras en competencia con empresas nacionales. En épocas de dificultades de importación, los créditos acordados por las casas matrices a esas filiales, pueden arruinar a las empresas nacionales que no dispongan de facilidades semejantes.
- Cuando los aportes pertenecen a particulares deben examinarse las características del colocador, la finalidad de la inversión, la naturaleza de la actividad en la cual se pretende invertir.
- Es falso y se presta a muy graves confusiones el planteo simplista: por o contra el capital extranjero. En primer término deja de ser extranjero, el capital que viene a colocarse en un país para someterse a sus leyes; no busca respaldo del gobierno y país de origen y no envía a éste las utilidades que la inversión le produce.
Por el hecho de proceder del extranjero un capital no es condenable. Lo es cuando
radicado en otro país, sigue siendo extranjero. Es de este capital extranjero que debemos defendernos.
Por tanto deben mirarse con prevención los desplazamientos de aquel capital, más si monopolista, que es una avanzada o cabeza de puente la invasión extranjera y somete la economía ocupada a la dominación económica de la economía ocupante.
- Examinar los préstamos y donaciones acordados al Estado, requiere nuevos desarrollos. No cabe, sin duda, una condenación a priori y total. Pero mucho menos una pasiva, jubilosa y total aceptación. Constituyen un hecho económico. También político. La aprobación o el rechazo depende de quién presta y cómo presta. De la capacidad de pago del prestatario. De la relación fuerzas entre acreedor y deudor. De la coyuntura económica e internacional.
No adelantamos opinión si decimos que hoy, 1966 nosotros, Uruguay, hemos abusado de esos préstamos extranjeros y estamos en camino de reincidir en ese abuso. Así es, porque hemos elegido, a causa de nuestra incuria, nuestra incompetencia y nuestra irresponsabilidad, el camino más fácil: despilfarrar y endeudarnos confiados en la limosna siempre prometida y siempre esperada, aunque, a veces, como ahora, se muestre esquiva.
Un país no puede vivir de la ayuda ajena.
MARCHA, 18 de febrero de 1966