Proa al Uruguay del futuro

 

El destino, es la política.

Napoleón.

 

Al parecer las noticias que llegan de Washington no son muy halagadoras.

Antes de resolver si se nos acuerda ayuda vendrá una misión del Fondo Monetario a revisar papeles y fijar normas. Era previsible que así ocurriera.

 

Como previsible es que nos impongan pesadas obligaciones. Todo cuanto refiere a la nutrida comisión refinanciadora tuvo por otra parte, nuestro sello habitual. Falta de preparación. Improvisación y ligereza. Pero, seguramente y sería injusto no reconocerlo, no se puede pedir a los delegados o comisionados, más de cuanto han hecho.

 

- Nos anuncian también, que las dificultades de Tesorería continúan. Faltan recursos para pagar el presupuesto de agosto. La información circula antes de que la ley, a virtud de la cual se permitió emitir contra el déficit, cumpla un mes. Era asimismo previsible que así ocurriera. Como lo era la no reapertura en el plazo fijado de las importaciones de ciertas materias primas y otros artículos esenciales.

 

El peso de la deuda a corto y mediano plazo; la repetición implacable de los déficit presupuestales; el alza sin interrupción del costo de la vida; el enloquece­dor proceso inflacionario; la clausura de las importaciones, son todos efectos de la misma causa. El país -Banco y Estado- está en cesación de pagos. No puede hacer frente a sus obligaciones ni cubrir sus necesidades. En una empresa privada, a hechos semejantes se les denomina quiebra. Tratándose de un país es la quiebra disfrazada de moratoria. Buena respuesta a los tontos “optimistas" que tanto abundan. Los países no se funden, decretaban -no sabemos si aún se atreven a hacerlo- y luego de emitir verdad tan profunda se daban vuelta en la cama para continuar el sueño poblado de angelitos.

 

- Un Uruguay ha muerto, dijimos y repetimos. Ocuparse en él no paga, ya la pe­na. En medio a esta ruina total o cuasi total, corresponde ahora ver si algo puede salvarse. Y sobre todo si es posible crear otro Uruguay. Quede para los historia­dores del futuro el análisis y el juicio de las torpezas y estulticias acumuladas con frívola insolencia durante los últimos treinta años. Los hombres de hoy y con más razón los hombres de nuestra generación, testigos o actores de esta decaden­cia idiota, carecemos, sin duda, de ecuanimidad y perspectiva. Nos falta sobre todo tiempo. El poco que nos queda debemos dedicarlo a buscar el rumbo. A preparar el mañana.

La estrategia -enseña Clausewitz- "debe fijar al conjunto del acto de guerra un fin que corresponda al objeto de la guerra".

 

Las preguntas que tantas veces nos hemos formulado, en la ya larga marcha, vuelven:

- ¿Qué Uruguay queremos?

-¿Qué Uruguay es posible y viable?

- ¿Cuál el fin y cuáles los medios de que disponemos?

 

Al referir a la campaña de Federico el Grande en 1760, Clausewitz anotaba: "Admiremos sobre todo la sabiduría del rey que al perseguir un gran objetivo con medios reducidos, no se lanzó a ninguna empresa que superara sus fuerzas, mientras hacía justamente lo necesario para alcanzar su objetivo".

- Gran fin y reducidos medios, tales hoy y aquí, las condiciones del desafío al cual debemos dar el frente. Las coordenadas de nuestro destino.

Como el Ecclesiastes revela todo tiene su tiempo. "Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado". "Tiempo de es­parcir las piedras y tiempo de allegar las piedras; tiempo de abrazar y tiempo de alejarse de abrazar".    

- Tiempos para el calmo goce de lo heredado. Y tiempos para acumular cuanto por otros será heredado.

- Hemos dilapidado la herencia. Debemos rehacerla.

- Hemos perdido el rumbo. Obligados estamos a trazarnos uno.

- Algunas pocas dramáticas experiencias -otros tantos hitos- de nuestra mo­desta historia pueden ayudamos.             

- Artigas es la autonomía y la federación. Objetivo siempre presente, frustrado por la traición, soterrado durante siglo y medio, ignorado por los coetáneos, co­bardemente oculto por los sucesores, aplastado y desfigurado por mezquinos in­tereses ajenos.

- Gran objetivo que no contó con las fuerzas necesarias para cumplirse. Ejem­plo claro de la trágica contradicción entre los medios y los fines, entre el conduc­tor y la época.

- Pero el Uruguay de 1811, de 1815, de 1820, ese Uruguay amorfo que pugna­ba por ser, entre el dolor y la sangre de todos los alumbramientos, encontraba en la visión profética y solitaria, un destino. Luchaba, sin saberlo, por él. Instintiva o intuitivamente, Uruguay nació al amparo de ese gran designio mutilado. Y esa frustración de la cual somos el fruto, marca nuestro entero paso por la historia.

 

Sesenta años más tarde y ya por cierto en tono menor y en escala más reduci­da, otro periodo de nuestra historia vuelve a tener un rumbo. Latorre, personaje modesto y sombrío, se erige, al conjuro de las circunstancias, en el organizador.

Echa, mano dura y frío corazón, las bases del Uruguay que perdurarían hasta  principios de nuestro siglo. El Uruguay de los ferrocarriles y el alambrado. Aso­ma luego, la hora de Batlle que, al margen de los juicios dictados por la pasión o el partidarismo, es acaso la más equilibrada de nuestra historia. Los medios y los fines se compadecen. La coyuntura internacional nos es favorable. El hombre está a la altura de su misión. Sabe donde va; es capaz -larga experiencia, conoci­miento cabal de las gentes y el medio, admirable energía- de construir y utilizar los elementos necesarios para la consecución de sus fines; el juego de los otros países le es propicio.           

 

- Discutir si Batlle debió hacer esto o lo otro; criticar tal actitud; detenerse en el yerro o los yerros; señalar lo que no previó, es pueril y presuntuoso. Bien poco importan ya los calificativos. No mucho más las sombras. Creador de su tiempo, lo llama Vanger. Nadie es capaz de crear su tiempo. El estadista que deja su mar­ca es aquel que recoge el confuso llamado de la época y utiliza los medios de que dispone para darle a ese confuso llamado, respuesta y conducir a los hombres y a los hechos hacia donde quieren o pueden ir. Siempre habrá posibilidad de discu­tir si Batlle pudo o debió ir más acá o más allá. La verdad es, nos parece, más simple y más fecunda. Supo adonde iba, puso al servicio del fin trazado sus vas­tas capacidades y manejó con habilidad, en una larga jornada, los pocos medios e instrumentos de los cuales disponía.

- El país de los últimos treinta años ha vivido en buena parte a la sombra de Batlle. Para combatirlo o para ensalzarlo. Es la última vez que el Uruguay tie­ne rumbo y conducción. Batlle -el hecho puede prestarse a muchas reflexio­nes- muere con su tiempo. Aquel en el cual se había formado y laborado. Muer­to el conductor, ido el tiempo, el país no fue capaz de buscar, un nuevo rumbo. Los unos siguieron el trillo o creyeron seguirlo. Los otros intentaron apartarse; pero en definitiva, negándolo, continuaron también por él.

 

Un día, cuando las pasiones hayan desaparecido, puede que alguien intente un paralelo entre el destino de Artigas y el de Batlle. Aquél es el gran designio que se adelanta a su tiempo, que corre, ominosamente negado; a través de las raíces de toda nuestra historia. El gran designio contra el cual se conjuran la mezquindad de los hombres y el atraso de los hechos. La desesperada y solitaria energía puesta al servicio de una causa transitoriamente condenada.

- Batlle es el conductor que llega a su hora y cuando su hora pasa, muere. La armonía entre el hombre y su tiempo. La también indomable energía para reco­ger y traducir el mandato de los tiempos. Si no creó su tiempo supo ponerlo a su servicio: al servicio, en el más noble significado del vocablo, de sus fines. Sólo vence a la naturaleza quien ante ella se inclina. Sólo domina al tiempo, aquel que camina a su ritmo.

- La grandeza de Batlle está en haber sido el hombre de y para su tiempo. La de Artigas en ser el hombre de y para todo el previsible tiempo.

 

- Treinta años de velatorio son estos últimos treinta años. Son muchos años de­dicados a tan infecundo rito y ya llegaron a su fin. Otro Uruguay alumbra. ¿Cuál? Trataremos de esbozarlo; pero antes de hacerlo puede que sea útil, más útil que reiterar reproches y remover la huesa, volver sobre algo dicho. Cómo el Uruguay encontrará el nuevo rumbo y descubrirá sus nuevos mitos creadores y vitales, na­die puede saberlo. La historia suele superar a la imaginación y según la consola­dora frase de Marx, que alguna vez hemos recordado, todo problema lleva consi­go la solución. Algunos creen -lo confiesen o no- que agotadas, totalmente ago­tadas, las llamadas vías legales, la salida está en la violencia. No es oportuno –Sorel lo hizo antes- enhebrar reflexiones sobre la violencia, sobre la necesidad histórica y la fecundidad de la misma. Otras consideraciones y no de tanto vuelo, nos preocupan. Cualquier ruptura violenta tendrá, sin duda, signo de izquierda o de derecha. En las circunstancias actuales, un golpe de derecha es inevitablemente y por mucho tiempo, el cipayaje, la sumisión total. Un gobierno nacido de la fuerza, sólo podrá mantenerse con el respaldo del Departamento de Estado, el Pentágono y la C.I.A. Si lo apoyan además, los gorilas de Brasil y la Argentina.

 

- Un golpe, digamos si se quiere una revolución, hecha  bajo el signo de la iz­quierda, no es viable. No sólo porque las tales fuerzas de izquierda no existen o si existen, carecen de organización y de medios, sino porque Estados Unidos y Brasil y Argentina vigilan y aquél puede hacer abortar cualquier movimiento, sin necesidad de desembarcos. Cuenta con los otros dos países. Cuando algunas ca­bezas calientes sueñan con reeditar las hazañas de los guerrilleros de Sierra Maes­tra, olvidan que Cuba es una isla; que no tenía sobre sus fronteras ningún país fuerte excepción hecha de Estados Unidos; que inicialmente -detalle anecdótico quizá- la revolución contó con la benevolencia de Estados Unidos; que también contó con la ayuda o la neutralidad complaciente del único país latino america­no México- cercano y dotado de poderío; que 1959 no es 1965 y que el régi­men de Batista, repugnante corrupción, cotidianos crímenes y explotación impe­rialista descarada, no es el régimen a que estamos sometidos.

 

- Por eso, pensamos y decimos -mientras más lo pensamos más obligados nos sentimos a decirlo- que todos aquellos que reclaman la violencia, trabajan, sin saberlo o sabiéndolo, por el golpe de derecha y su secuela: la sumisión y la barba­rie.

- No debe excluirse claro, a quienes esperan que la violencia provoque la violen­cia. La negación de la negación y todo el juego dialéctico correspondiente. Si así ha de ser y la historia se encargará de dar respuesta a esta trágica interrogante, no hemos de ser nosotros los que llamemos en nuestro auxilio al infierno. No hemos de ser nosotros los que aconsejemos hundirnos en el turbio caudal del río para huir de la lluvia y aun de la tormenta.

 

- Sacrificar a una o dos generaciones, aun en el supuesto de que ese largo sacri­ficio se trueque después en mejores frutos, es responsabilidad que ningún deshu­manizado cálculo táctico, puede obligar a asumir. Hemos recordado en otras oportunidades que Franco lleva treinta años en el poder. Y que por más de veinte se extendió el dominio de Mussolini y fueron necesarios la guerra y la derrota para abatirlo. Desde el año 30, mandan los militares en la Argentina. Aquí mis­mo, después del 75 tuvimos, por lo menos, quince años de dominación castrense.

 

- Repetimos. Ahora y aquí, violencia es derecha. Derecha, es la colonización desembozada. Si la violencia irrumpe que la traigan quienes pueden creerse sus beneficiarios. Y entonces, será llegado el momento de darle el frente.

 

- Es la nuestra -hoy por hoy- una situación sin alternativas. Bien lo compren­demos y sentimos. Difícil, cuando no imposible, encontrar soluciones por las vías legales. Carente de viabilidad toda auténtica tentativa revolucionaria. La violencia sólo puede cumplirse bajo el signo de la derecha para acentuar la injusticia y hacer más pesadas las cadenas. Pero no puede ser nuestro destino rondar en torno al velatorio, ni alfombrar el camino de cualquier gorilaje -civil o militar- cipayo. En la historia abundan las ironías y las encrucijadas. En una encrucijada no exen­ta de ironía, estamos. Sabemos o creemos saber adónde queremos ir. No sabemos aún cómo ir. Dónde está la picada. Cuál es el atajo. Desensillar hasta que aclare, enseña la prudencia criolla. Desoigámosla. No podemos desensillar para que al amparo de la noche, nos sorprendan. Más que nunca estamos obligados a una vi­gilia atenta. Sin paz y sin descanso. Para que el alba o el ataque no nos encuentren, faltos de armas o carentes de rumbo. Necesarias serán una quizá larga prepara­ción, una quizá larga paciencia para no fallar cuando llegue la cita.

 

- ¿Cuál el rumbo? ¿Cuál el objetivo? ¿Cuál, la estrategia?

- ¿Qué destino tiene o debe esforzarse por cumplir en los años próximos, este país de dos millones y medio de habitantes?

¿Ha de dar preferencia a la explotación ganadera? ¿Cabe intentar un desarro­llo industrial? ¿Debe Uruguay convertirse en un centro financiero, en plaza de trasiego y refugio de capitales tal como ocurre en otros países de escasa potencia­lidad? ¿Es concebible una política económica que contemple y coordine todas las antedichas posibilidades?

 

- Aislado y solo, ¿es el Uruguay un país viable? ¿Qué nos reserva ALALC? ¿Qué podemos esperar de la propuesta integración económica? ¿Cómo manejarnos y sobrevivir en un mundo trastornado, dislocado, por la nueva revolución industrial y en una zona donde día a día se acentúa la penetración del imperialismo más poderoso de la historia, entre dos grandes países que a lo largo de la historia se han disputado siempre, abierta o sordamente, el dominio de nuestras tierras y nuestras aguas?

 

 He ahí algunas de las preguntas a las cuales desde hace años buscamos respues­ta. Dos edades hay en la vida de plena y gozosa libertad. Los veinte años, cuando todo se ignora, mucho se ambiciona y se juega lo que no se tiene. La nuestra, cuando también se ignora; pero, nada se ambiciona y ya se sabe que nada se ten­drá.

 

Nunca hemos hablado ni callado -así creemos- por temor o interés. Menos lo haremos ahora. Les jeux son faits. No desaprovecharemos esta libertad que el tiempo ha conquistado para nosotros.

 

Carlos Quijano                                                            MARCHA, 20 de agosto de 1965.