MODELO, CONDUCCIÓN POLÍTICA  e  INFORMACION.

                                                                   

                                                             “Aquellos que no recuerdan el pasado

                                                               están condenados a revivirlo”.

                                                                                                                Santayana

 

Por Pedro Hernández

 

Vivimos inmersos en un manejo mediático, discursivo y declarativo, que distrae, elude los hechos y las responsabilidades, en todos los niveles. Una banalización de la información – salvo excepciones  que confirman la regla – es la tónica. Se habla de fútbol, de los derechos humanos, de los desaparecidos o de los fusilados en Soca durante la dictadura, como una noticia más. Por otra parte una  gran atomización de esfuerzos  desgasta a la sociedad civil. Este es el producto de la falta de visión país – como un todo -, que no se tiene.

 

Un cúmulo de información descontextualizada, que es desinformación, inunda el diario vivir.

 

Sin “nombre” y sin “recomendación” no se tiene acceso a los medios de comunicación, pero hablamos de democracia. Los conductores de programas deciden, cuando no los dueños, quienes deben ser entrevistados y cuales libros merecen ser publicitados, pero se cantan loas a la libertad de expresión. Libertad de expresión sin libre acceso a los medios, un mito más, en un país de mitos. Hoy los grandes medios están “usando” para el raiting, las miserias sociales que no “vieron” en los últimos cuarenta años. Los problemas agravados, son los mismos por los cuales  se viene reclamando y sufriéndolos miles desde hace décadas. Pero en los medios seguimos hablando de lo “mismo” con los “mismos”. Desde los medios se decide que es lo importante y que no lo es. El periodismo, por necesidad, por obsecuencia, por interés o por desinformación ha sido funcional a este manejo.

 

La falta de una verdadera y genuina libertad de expresión ha impedido al país contar con la opinión invalorable de muchos compatriotas, excluidos por la partidización o ideologización en la visión del país. Estos dos factores – partidización e ideologización – no le han permitido al país salir del  “empate”. Así el país nunca tuvo una democracia profunda y no entendió que la democracia se cultiva y profundiza todos los días a través de la conducta de todos.

 

Se habla de las consecuencias, no de las causas. Por eso los problemas se reiteran, deudas en el agro, deudores del Banco Hipotecario, etc. Las “soluciones” que se dan son sin atender a las causas que las provocaron. 

 

Se habla de los hechos descontextualizados y esto es la más fenomenal desinformación.

 

Un país que no pudo, por más de 70 años, sacarse de encima la dictadura política del partido único*(1) - el del 3 y 2 -, está evidenciando, qué “información” tuvo, o mejor dicho cuánta desinformación soportó. Fueron necesarias tres crisis destructivas de la economía en los últimos 40 años, la dictadura cívico - militar y los números sociales de hoy, - 500000 emigrados, más del 30% de la población por debajo de la línea de pobreza, entre ellos más de 200000 marginados,   más del 50% de los niños que nacen en hogares pobres y el más grande endeudamiento externo e interno – para que se produjera el cambio político.

 

Esta desmemoria histórica es el resultado del manejo de los grandes medios, al servicio de intereses  económicos y político partidario – del 3 y 2 -. Es el fruto del soborno de las conciencias con los dineros del país – cargos públicos, refinanciaciones, consolidaciones de deudas, amnistías tributarias, tarjetas de recomendación partidaria apara apurar un trámite jubilatorio, etc, etc. - El país no puede ignorar este manejo que hoy nos pasa la factura. Ha habido de todo menos transparencia en la conducción del mismo, desde 1931. Esto debemos asumirlo, para extraer enseñanzas correctas que hagan posibles los cambios. Hoy tenemos las experiencias políticas y sociales del siglo XX, los resultados están a la vista, más allá de todas las interpretaciones y disculpas, los hechos hablan por sí solos. Estamos discutiendo los problemas ya existentes en la década del 60 y nadie se da por enterado de lo que eso significa.

 

Un hecho trascendente es que, frente a esta acumulación histórica, nadie quiere hacer una reflexión autocrítica.

 

Todos siguen con su discurso corporativo, la culpa la tuvo el otro, no se asumen los errores u horrores. Pero todos - en distinta medida - han sido funcionales al modelo, las asimetrías sociales, salariales y económicas no son casuales. Se sigue utilizando a los pobres en el discurso, pero su número crece a lo largo y ancho del mundo y por ende las diferencias sociales y económicas se profundizan. En nuestro país nadie se pregunta, ¿por qué en medio de tan profunda crisis, los dirigentes políticos, que por más de 70 años condujeron al país siguen con su discurso como si no hubieran estado en él? ¿Por qué el periodismo no cuestiona y profundiza sobre estos temas? La respuesta es francamente obvia, en el marco de una desinformación profunda, la cultura de la impunidad del 3 y 2, sigue siendo aceptada como “natural”. 

 

Si no se asume que la información es el talón de Aquiles, de una profundización democrática, imprescindible para  cambiar, seguiremos con los discursos de buenas intenciones y retocando las mismas estructuras, que deben ser modificadas.

 

Entre los opositores, hoy gobierno, nadie asume tampoco, que se ha escrito y pontificado para una minoría en los últimos 50 años.

 

Las grandes mayorías carecen de la información básica calificada,  que les permita comprender el proceso histórico de los últimos sesenta años. Los que de una manera u otra se han opuesto al manejo político y  económico que se llevó adelante hasta el 1 de marzo de 2005, deben asumir que en  la comunicación se ha fracasado, por distintas causas;  sectarismo, dogmatismo, o el servir a intereses corporativos, entre otras. Hoy en el mundo globalizado las cartas están sobre la mesa, los hechos son contundentes, no necesitamos más “explicaciones”, debemos aportar para contribuir al cambio.

 

La autocrítica no es debilidad, si no una muestra de grandeza por un interés superior.

 

El país de la mayoría necesita una explicación - no la que le que le pueda convenir a los distintos actores - de los actuales números sociales y económicos.

Hasta ahora todo se ha explicado por el 3 y 2, culpando a condicionantes externas o a la oposición - hoy gobierno -. Este discurso se agotó, ¿se agotó? Creo que es importante analizar el país desde 1931. En 1931 hay un hecho político, el pacto del “Chinchulín, desconocido por la mayoría de la población, que ha marcado al país y es a nuestro juicio el principal responsable del Uruguay de hoy. El pacto vehiculizó el reparto del poder entre los partidos blanco – un sector - y colorado y definió así una forma de conducirlo. Desde ese momento tuvimos una democracia acotada y una conducta política cuasi feudal. Todo pasó a depender de la discrecionalidad partidaria. El país fue visualizado a partir de los intereses del 3 y 2. Estos  primaron por sobre los de éste. Esta debilitada democracia llevó a cabo 4 reformas de la constitución – 1934, 42, 51 y 66 y tres golpes de estado se sucedieron en cuarenta años – 1933, 42 y 1973 -. La responsabilidad de la conducción política del 3 y 2 en estos hechos es ineludible, por más que algunos actores hoy tengan el cinismo de decir que otros fueron los responsables. La constitución fue modificada en función de las necesidades del 3 y 2 para mantener el control del poder.

Parte de un artículo de Carlos Quijano en Marcha el 27 de febrero de 1942, viene al caso.

 ...- No nos hemos curado de lo que alguna vez llamamos la “zoncera constitucionalista”, enfermedad típicamente sudamericana. Norteamérica hace más de ciento cincuenta años que tiene su constitución y goza de buena salud. Inglaterra hace siglos que se maneja con pocas pragmáticas y así ha hecho su imperio y ha cruzado triunfante a través del vendaval o de los vendavales del mundo en perpetuo devenir. Francia venció en la guerra del 14 e hizo también su imperio con los cinco o seis artículos del 75.

Sólo Sudamérica, donde las constituciones tienen el valor de las tiras de papel, nos ofrece el pintoresco espectáculo de una constitución por año. Cualquier presidente o presidentito, tocado por la gracia de Dios y que se siente en consecuencia hombre providencial, planea su reforma bajo la advocación, eso sí, de la democracia, de la libertad y de la soberanía. Palabras ya podridas de tanto usarlas mal. Doctores le sobran para redactar constituciones y justificarlas. Invariablemente en América, la reforma constitucional es el pretexto para el golpe de Estado. En nuestro continente, Batlle, a quien combatimos con saña no siempre justificada durante muchos años, fue quizá la única excepción a la regla.

En el apogeo de su poder y su prestigio, se inclinó ante la pequeña mayoría del senado que se le cruzó en el camino. Pero después entre nosotros, Terra no pudo contenerse.

Baldomir que recogió sus lecciones, tampoco. La norma típicamente sudamericana, recobraba su imperio...       

Los golpes no llegaron por un exceso de democracia y de justicia social.

La economía no podía escapar a este manejo, los  intereses económicos que apuntalaron esta conducción política, recibieron un apoyo discrecional de la misma, la competencia empresarial quedó relegada. La cercanía al poder ambientó una economía de adhesión. Con empresarios que querían el  estado lejos en los momentos de bonanza y en las crisis socializar las pérdidas. La decisión partidaria actuó sobre los préstamos, las refinanciaciones de las deudas, las amnistías tributarias, los subsidios, los traspaso de carteras pesadas al estado – en cada crisis - de los grandes deudores de la banca privada, etc., etc. 

Todo esto coadyuvó a la ineficiencia de la economía en general y cuyo costo país se ve reflejado en los índices socioeconómicos que ostenta hoy. No es por casualidad el estancamiento estructural de la misma desde hace más de 70 años.

En la década del cuarenta ya se avizoraba el país que vendría si no se cambiaba de rumbo y uno que lo vio y alertó fue Carlos Quijano.

A continuación escritos de Carlos Quijano en Marcha, a comienzos de la década del 40, una prueba de lo que afirmamos.

 

EMIGRACION   E   INMIGRACION                                                                I

El Estado paga mal a muchos, en lugar de pagar mejor a menos que podrían desempeñar la tarea de aquellos.

Pero esto se vincula a otro problema. Tal vez más hondo. El electoralismo demagógico lo ha corrompido todo y no se ve bien cómo dejará de corromperlo en los años próximos mientras sigamos “tirando”, y a menos que se produzca la catástrofe presentida y que cualquier accidente puede hacer estallar.

Para poder realizar esa obra de corrupción ha debido contar, sin embargo, con un ambiente propicio. Ese ambiente lo crea la estructura económica nacional. El país no ofrece posibilidades para la conquista del pan, al margen de las actividades oficiales. O las ofrece muy limitadas.

¿Que hacen los nuevos? ¿Qué hacen los padres de los muchachos de 18 a 20 años, que desean asegurar a sus hijos un destino frente a los angustiosos interrogantes del porvenir?

La actividad privada es limitadísima, aquí más que en otros lados y no ofrece, generalmente, sino estrechez y sobre todo inseguridad. Así sucede en la Capital. Con más razón aún en los pueblos de campaña. ¿Qué destino tiene un joven con ambiciones en nuestras estancadas o declinantes ciudades del interior, carentes de toda industria? Ir al comercio, al almacén, la tienda, a ganar sueldos de hambre, a vegetar y a morir en la más espesa mediocridad.

Todavía no se ven más que dos caminos: o la profesión liberal o el empleo público. La primera, aún conserva, aunque bastante descascarado, el dorado de mejores épocas. Puede asegurar el pan, el prestigio y aun la independencia. El segundo, da la seguridad y ciertas comodidades. La plétora de profesionales, cada vez más creciente; el cansado reclamo del empleo público que todos los días se repite, se vincula así a toda la estructuración económica del país. No se le puede exigir a la gente, que esté hecha de la madera de los héroes o de los santos. Se vende, en la edad de los sueños y las empresas, un destino incierto por un presente cómodo. Es el drama de todas nuestras generaciones. Y mientras el país sigue siendo lo que es, una inmensa estancia despoblada y una inmensa capital – macrocefálica -, tiránica y absorbente, el problema seguirá en pie y se irá agravando. Esta es una de las grandes tragedias del país. Quizás la fundamental. Año a año, vamos quemando las generaciones que pasan. Les hemos cerrado todos los caminos que conducen, por el esfuerzo propio, a un futuro útil.

MARCHA, 16 de mayo de 1941.

                                                                       II

Dentro de poco debe reunirse en México un Congreso Demográfico. El Uruguay ha sido invitado a concurrir. Entre los puntos a tratar se encuentra el de las migraciones humanas que puedan producirse en la posguerra Su planteo lleva al planteo general de la política inmigratoria del país.

No nos parece muy oportuna la convocatoria del Congreso. La guerra quizá no esté lejos de su fin; pero, en cambio, otros elementos del problema inmigratorio aún constituyen incógnitas. De las condiciones en que se concierte la paz depende aclararlas. Condiciones que se refieren a demarcación de límites, distribución de colonias, posibilidades económicas en los pueblos vencidos, etc., etc.

De todas maneras, puesto que se reclama el estudio del tema, hay que hacerlo.

El Uruguay no ha tenido, ni tiene una política de inmigración. Ha carecido de plan, de acción continua y consciente, de organismos técnicos y aun, en una palabra, de técnicos en la materia. Quien se asomara a nuestro Ministerio Relaciones Exteriores, para estudiar el punto se asombraría de la carencia hasta de antecedentes. El país ha firmado, una, dos, cuatro convenciones internacionales, como podría haber firmado quizás, otras distintas. No las ha cumplido y desconoce su existencia. Por eso, quizá hasta ha perdido los papeles en que las resoluciones de esas conferencias están asentadas.

Parece esto cosa de broma. Es, sin embargo, rigurosamente exacto. Exacto y quizá dramático.

En materia de legislación nacional, a vuelo de pluma pueden señalarse tres etapas: La anterior la ley del 90, en la que se realizan algunos ensayos felices de inmigración colonizadora, bajo gobierno de Berro, por ejemplo; la que se extiende del 90 al 1932, caracterizada por el propósito de ordenar, bajo el contralor del Estado, liberalmente, la inmigración; y por fin, la etapa típicamente regresiva, que convierte el problema inmigratorio en un problema policial, y que de la ley del 32 a nuestros días. A este período pertenecen, además de la aludida ley de 19 julio de 1932, la ley de 31 de agosto del miso año, el decreto ley de 6de abril de 1933 que pone a la Dirección de Inmigración bajo la superintendencia del Ministerio de Guerra (!), la de 13 de octubre de 1936 y los diversos decretos posteriores. Estos decretos de la época guanista, que en más de una ocasión comentamos, son realmente admirables. Por regla general ni fueron decretos: simples resoluciones y aun circulares de cancillería. Y por regla general también, ora se trate de decretos, ora de resoluciones, ora de circulares, son descaradamente ilegales y anticonstitucionales. No obstante lo cual se aplican. Con este resultado paradójico: dictaron – decían - para impedir la entrada de judíos al país; pero nunca han entrado más que en los últimos tiempos.

En materia de convenciones internacionales, recordamos así al pasar, en los últimos tiempos, sin detenernos en tratados generales que hacen alguna referencia al punto: la convención de naturalización de inmigrantes, con Estados Unidos, del 10 de agosto de 1908; la convención sanitaria con Italia del 4 de marzo de 1914; la convención de Barcelona de abril de 1921; la Conferencia de Roma; la de La Habana; la de Ginebra en 1938; y el Convenio de Montevideo de los Ministros de Hacienda en febrero de 1939.

Bien, ¿en qué condiciones se plantea el problema en el país?

1º. El Uruguay es un país de inmigración, se dice. Sí, debe serlo. Pero es también un país de emigración. Martínez Lamas calculaba en unos 100.000 los uruguayos residentes en la Argentina y se atribuye al Dr. Caviglia esta afirmación: de cada cinco orientales que nacen, uno se va a la Argentina. Por algo se irán sin duda.

2º. El Uruguay, país de los llamados nuevos, tiene ya las taras de los llamados viejos. Sus índices de población están en evidente descenso: desciende la natalidad; desciende el crecimiento vegetativo; desciende, por supuesto, el índice de inmigración.

3º.El Uruguay, despoblado, atacado de macrocefalia, con sus poblaciones del interior que vegetan o mueren, tiene, no obstante, un problema de desocupación y tiene, además, un trágico problema de inadaptación. ¿Cuántos son esos desocupados? No se sabe. ¿Cuántos son esos inadaptados que viven al margen de la organización social? Tampoco se sabe. Unos los calculan en 100.000, otros en 200.000. Referimos al pavoroso problema de los pueblos de ratas, de los rancheríos que son focos de prostitución y de miseria física y moral.

Esta es la realidad en tres trazos: del país se emigra; el país no crece; la campaña se despuebla y tenemos ya, desocupación e inadaptación.

Vale decir que el país no está en condiciones de absorber o dar trabajo a su propia población.

Primera y amarga verdad al margen de floripondios y discursetes, a la cual hay que atender y de la cual hay que partir.¿Por qué tales fenómenos? Suponemos que serán pocos los que se conformen atribuyéndolos a la atracción fatal que ejerce un gran campo de actividades como el argentino, o a la incuria y atraso congénitos de nuestros nacionales, o a la influencia devastadora de la acción estatal que se substituye a la iniciativa privada. Si hubiera posibilidades en el país, la gente no emigraría; la “incuria congénita” no existiría si la realidad económica y las deficiencias culturales no la crearan o la impulsaran; si se busca el puesto público es porque la actividad privada, no ofrece perspectivas.

De esta verdad o verdades se extrae una primera conclusión: La solución del problema inmigratorio está vinculada a la solución fundamental del problema o los problemas económicos del país.

Marcha 27 de agosto de 1943.

 

A comienzos de la década del 40 la economía mostraba claros síntomas de estancamiento, no creaba los necesarios puestos de trabajo y el manejo clientelístico lo suplía con el puesto público – por el voto -. Así pasamos de 30000 funcionarios públicos en 1930, a 166000 en 1955, a 213001 en 1969, a 258000 en 1985 - el manejo del clientelismo no cesó ni en dictadura – y 272000 en 1990, todo en el marco de una economía estancada y una población con el menor crecimiento de A. Latina.

Hoy atacan a los funcionarios públicos, los que nada dijeron de la conducta clientelística que vació política, ética, moral y económicamente al país.

Reiteramos, los que digan que no son responsables por el Uruguay de hoy, nunca vivieron en el país. Todos los demás tenemos una parte de ella, en distinta medida. Responsables al fin por el solo hecho de estar aquí.

En 1964 se produjo el informe de la CIDE – Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico -  creada en 1960, cuyo secretario ejecutivo fue el Contador Enrique Iglesias. Este Informe dejó al descubierto los  problemas estructurales, sociales y económicos y la gravedad de los mismos. La oposición que los venía denunciando infructuosamente desde la década del 50, fue ignorada. En la década del 60 el partido único* -3 y 2- tenía del orden del 90% de los votos.

 

A la luz del Informe, el Poder Ejecutivo encomendó a la CIDE, en 1964, elaborar un Plan de Desarrollo de 10 años, que vio la luz en 1966. En el Plan se hacia hincapié en la necesidad de reformas en las estructuras agrarias, bancarias, industriales, etc., etc. La dirigencia política del 3 y 2, ignoró el Informe de la CIDE y las recomendaciones del Plan. Los intereses  económicos de la tierra, la banca y la industria fueron más fuertes que el interés nacional y ya en 1968 no se hablaba más del Informe ni del Plan de Desarrollo. Esto le hizo decir en 1968, al escritor, Dr.Eliseo Salvador Porta, “3000 páginas  que el viento se llevó”. Una muestra del deterioro en la conducción política del país. Se siguió en los juegos electorales. En la década del 60 a pesar de la crisis, el 3 y 2  votó las leyes de jubilaciones de privilegio y  de importación de autos baratos para los legisladores. También para atender el clientelismo, en esta década se prestó dinero de los fondos de la seguridad social para construir viviendas en balnearios y  para alhajar las mismas. Préstamos en pesos, que se devolvieron consumidos por la inflación. Ahí comenzó el deterioro económico que hoy presenta este sistema.

 

Al respecto anotaba  Eliseo Salvador Porta en su libro “Que es la revolución” editado en 1969  lo siguiente:

Una de las "conquistas" de que más orgullo se siente en el Uruguay es, el de su legislación sobre tra­bajo y Previsión Social. Precisamente hay un Ministerio y un Banco, respectivamente, con tales nombres.

El sistema de Seguridad social sigue siendo presentado como  "avanzado" por los oradores preelectorales y por cierta prensa.

Pero veamos lo que dijo al respecto el 10 de oc­tubre de este año de 1968, en la Cámara de  representantes, el Ministro de Trabajo Dr. Espíndola:

"El sistema de seguridad social del Uruguay está tocando fondo. No quiero ser alarmista al extremo; pero creo que es mi deber, como uruguayo y como hombre que ha vivido estos problemas, y los está vi­viendo diariamente, como si fueran propios, llamar la atención de los parlamentarios de mi país acerca de esta realidad. Repito que el problema de la previsión social está tocando fondo y si continuamos en esta posición errónea que llevamos, irremediablemente nos conducirá a una especie de catástrofe social" (Pág.121 del Repartido) y agregó:

"Sentimos como este edificio empieza a agrietarse y tememos que se nos venga abajo.   ­

No sabemos que repartimos porque no sabemos que es lo que tenemos y no podemos repartir lo que no hay, lo que no se produce. En realidad, estamos repartien­do miseria. Esto es lo cierto: en las clases más bajas en los estratos más pobres, estamos repartiendo mise­ria, dolor, angustia y desesperanza. Y esto no es un sistema de seguridad social". (Pág. 123.

Acaba de hablar el Ministro de uno de uno de los países de América Latina que pasa por estar a la cabeza en materia de seguridad social.

 

No son de ahora nuestros problemas, los partidos del 3 y 2 no pueden seguir hablando, ajenos a la responsabilidad que les cabe por el Uruguay de hoy.

 

No se puede seguir mirando al país descontextualizado. Los medios de comunicación y el periodismo, tienen la palabra, un país no puede ignorarse tanto, tanto tiempo. No es por casualidad que estamos como estamos.

Las responsabilidades políticas por el Uruguay de hoy no se pueden ver y entender por fuera del manejo del partido único* - el 3 y 2 -. Esta conducción del país ambientó los corporativismos en un modelo económico desintegrado*(2), que sigue vigente. Alentó una “cultura” contraria al interés nacional; la viveza criolla, el tráfico de influencias, las elusiones tributarias con apoyo político, el incumplimiento de los contratos, etc., etc. Esta conducta desvalorizó la democracia, la moral pública y la  política. Instaló la “cultura” de “pensar” en función de lo partidario. Todos ingredientes contrarios al desarrollo sostenido de la economía y al manejo de los dineros públicos. La transparencia fue un mito más.

 

A grandes trazos, lo que debemos comprender y asumir es el modelo económico desintegrado – vigente - y el manejo político del 3 y 2 desde 1931, cuyos frutos a la vista están. Porque es en este marco que tienen correspondencia o discordancia los distintos fenómenos políticos y económicos de ayer y de hoy.

Este manejo político y  económico es el  gran responsable del estancamiento estructural de la economía desde 1931.

Todo lo que se ha escrito sobre los problemas del país desde 1931 ha ignorado este acuerdo político y más grave, su incorporación a la constitución de la república en la reforma de 1951- convalidado esta vez, por todos los sectores blancos y colorados -. Por algo seguimos hablando de lo “mismo” con los “mismos”.

Carlos Quijano entre otras cosas, escribía al respeto en Marcha el 3 de Diciembre de 1953:

Puesto que los partidos forman parte del andamiaje institucional, se ha considerado lógico que esos partidos, únicas expresiones reconocidas de la voluntad popular, se dividan también el goce de las instituciones, en todos sus aspectos.

Hay una relación lógica, simple y cerrada, entre el principio y las consecuencias.

Los partidos integran el Estado; son su basamento. Por tanto, el Estado les pertenece. Toda la Administración Pública ha sido politizada o partidizada, si se permite el horroroso neologismo. A ésta filosofía pertenecen el pacto del 31 y las reformas constitucionales del 51. Los puestos se reparten proporcionalmente a los votos (ley del 31) o se reparten a cuota fija (constitución del 51).

 

Hoy muy pocos saben de esos actos. Con el voto ciudadano se legalizó el reparto del poder. La ciudadanía  aprobó el reparto discrecional del poder entre dos partidos. Esto  muestra una conducta de los votantes que nos debe hacer reflexionar a la hora de enfrentar los problemas que el país tiene hoy. Se partidizó y politizó la conducción del estado y todo cuanto a él refiere. Esto muestra el nivel de la democracia y el nivel de la información.

 

Por tanto la visión del país, sin considerar estos actos, ha sido y sigue siendo una caricatura de la realidad.

 

Los mismos problemas, desde hace más de cinco décadas, ¿no nos dicen nada?.

El manejo del 3 y 2 para retener el poder,  fue creando en el estado una red jurídico – administrativa, que hoy lo atenaza. Salvar las formas y conservar los votos ese fue el fin. Así se ocultaron o minimizaron los problemas de fondo, que hoy estallan en su verdadera magnitud y que condicionan todo. Ahora estamos ante los hechos consumados, que ha sido una forma de gobernar fundamentalmente en los últimos 20 años. En consecuencia el 3 y 2 hay que analizarlo como un manejo político para detentar el poder y así comprender el impacto sobre la economía y la conducta pública a todos los niveles.

 

Fruto de ello el país no tiene políticas país, perdónesenos la redundancia.

El nivel de democracia – acotada - y el modelo de economía  desintegrada tiene repercusión directa en el monto y manejo del endeudamiento, externo e interno. La falta de transparencia y los corporativismos no son el ámbito adecuado para tomar préstamos y la aplicación correcta de los mismos. Los errores, ¿errores? siempre recaen sobre el país y en particular sobre los más débiles, rehenes consuetudinarios.

 

El país muchas veces se endeudó – entre otras cosas - para cubrir el déficit interno. Otras veces el endeudamiento sirvió para pagar deudas vencidas, cubrir las formas. Hoy seguimos con los mismos procedimientos, disfrazando la realidad. El gobierno actual no debió aceptar un compromiso tan exigente con el FMI, teniendo en cuenta la gravísima crisis social, la magnitud del endeudamiento – externo e interno – y el escaso nivel de ahorro que tiene el país.

 

A condiciones extraordinarias, soluciones extraordinarias.

 

No podemos ignorar que los organismos internacionales de crédito son corresponsables en el tema de la deuda.

Hoy los funcionarios del FMI están casi permanentes en el país. Los tecnócratas vienen con reglas preestablecidas. Hemos dejado de decidir por nosotros mismos.

 

La deuda nos condiciona. Un país, que no es dueño de sus decisiones, carece de soberanía.

Es necesario transparentar la economía y asumir las responsabilidades – políticas, empresariales y gremiales -.

Solo asumiendo se encontraran las soluciones. Esto no puede ser más un tema electoral.

 

Lamentablemente estamos frente a una gran paradoja, nadie es responsable. Nadie quiere admitir que el país está ante una emergencia social y económica. Los números así lo indican, pero seguimos con los disfraces administrativos y salvando las formas, ignorando los hechos. 

Un artículo de Carlos Quijano a comienzos de los 50, nos muestra de cuan lejos viene una “cultura” que hay que erradicar. El futuro depende de ello.

JUAN  DÍAZ  de  SOLIS  - NUESTRO  PATRONO

Por estos días se cumplirán dos años de la  presentación del informe sobre el desarrollo agrícola del Uruguay, redactado por la misión enviada por el Banco Internacional y la FAO. Los nativos que se deciden a formar parte, en una hora de euforia, de las Comisiones honorarias o Asesoras, que todos los días se crean en el país, suelen quejarse de que el fruto de sus desvelos, cuando aparece, se pierde en el más profundo olvido. Los informes de esas Comisiones Asesoras, suelen correr la misma suerte que los de las Comisiones Investigadoras, otra prolífica creación nacional. Muchos aspavientos al principio y en ocasiones hasta mucho escándalo. Después, el silencio, Pero hay que ser justos. Las Misiones Extranjeras que a veces contratamos, en un sobresalto repentino de energía, no gozan de tratamiento preferencial. Tampoco se les lleva el apunte. Ni siquiera para refutar sus conclusiones, para oponerse a sus recomendaciones. Por que habríamos de llevarles el apunte? Estamos bien como estamos. Y el país no ha de morir ni desaparecer, porque sigamos haciendo disparates. El uruguayo auténtico, cree – no se toma el trabajo de creer que siempre exige esfuerzo, sino que lo siente y es ello más grave que su país es el mejor del mundo, aunque de labios para afuera reniegue cotidianamente. El cine y la radio, le han evitado las lecturas. Bastan como tales y ya es tarea agobiadora, las páginas y páginas que la prensa dedica al fútbol las carreras y la crónica policial. Sin ironía ni amargura, cabe decir que semejante estado es delicioso. No alcanzan a perturbar su diáfana tranquilidad ni los debates políticos, no obstante el despliegue de adjetivos, cada vez  más gastados, ni las dificultades económicas que en ocasiones se hacen agudas. Para contrarrestar el alza de los precios, tenemos los Consejos de Salarios. Para contrarrestar el alza de los salarios, tenemos el alza de los precios. Para contrarrestar los altos costos de producción echamos mano de los cambios preferenciales y los subsidios. Para cubrir los subsidios aumentamos 1as cargas que pesan sobre la población. Para que el aumento de esas cargas no aparezca con descaro -  chocaría ello al puritanismo uruguayo que tiene una remota semejanza con el puritanismo inglés o la milenaria cortesía china - nuevo Consejo de Salarios o una jugada de quilo procuramos por la vía subrepticia de las maniobras monetarias. Nade más típicamente uruguayo, y así ha  de pasar a la historia, que las diferencias de cambio.

Chillamos  y hacemos plebiscitos para impedir que el precio de los pasajes urbanos suba dos centésimos: pero, eso sí, no nos oponemos, a que se establezcan impuestos por mayor cantidad a fin de cubrir los déficit que exigía aquel aumento, como tampoco nos oponemos  - ni nos preocupamos de averiguarlo - a que con aquellas diferencias de cambio se distribuyan - simples decretos y resoluciones mediante - cien millones de pesos por año, aunque en definitiva tan generosa distribución, produzca un déficit de sesenta millones.

¡Hay  que salvar las formas! Salvadas, podemos dedicar nuestro tiempo a preparar festivales cinematográficos, comentar el peso y las posibilidades de Dogomar y – lo que exige mayor dispendio de energías mentales – a discutir si Nacional tiene razón.

Entre palo y palo el cuerpo descansa y también ¿por qué no? Puede aparecer algún negocio, una comisioncita, un empleito suplementario y liviano, un vale amortizable, una quiniela, que permita esperar hasta que el palo vuelva a aparecer.

Todo se desliza bajo el signo de estas resignaciones y estas esperanzas y también de estas mediocres y confortables seguridades. El país ha adquirido la paradójica mentalidad de un jugador que para cubrirse contra las eventuales e inevitables pérdidas, contratara un seguro.

Los agricultores plantan trigo. Esperan obtener fabulosas ganancias, a corto tiempo y con menguado esfuerzo. Se lanzan a la “aventura”; pero confían en que si producen caro y mal, el Estado vendrá a salvarlos con subsidios y créditos.

X, ó Z ó Y deciden hacerse industriales. También le mojan la oreja a la suerte; pero con la seguridad, asimismo, de que el Estado al solo influjo de la palabra mágica  - industria - impedirá la importación del similar extranjero, acordará cambios preferenciales, concederá subsidios y hasta comprará los productos si fuere necesario. Es un pleno, con la garantía de que no se perderá la apuesta. Y poco importa, pues se trata de un juego que prescinde como es natural de la lógica y del conocimiento, que la apuesta sea disparatada.

Dicho lo cual, que podría extenderse, dicho está también, cuán inútil y tonto y aún si se quiere presuntuoso, es dedicar el tiempo a estudios y análisis. “Si quieres ser feliz, como me dices, no analices muchacho, no analices”. El país es feliz. Que no analice, entonces.

Los comentarios que dedicamos en el último número de MARCHA, al nuevo presupuesto proyectado, interrumpieron las consideraciones que estábamos haciendo sobre el trigo y su precio.

En 1951, ya para dos años, repetimos, la misión del Banco Internacional y de la FAO, escribía:

“El presente sistema de subsidios, precios fijos y cambios diferenciales, tiene un efecto sobre el empleo de la tierra, que está lejos de ser totalmente beneficioso. El subsidio al trigo, que ha perseguido un aumento de la producción nacional y el subsidio al aceite de lino que ha perseguido un aumento de la producción exportable, han logrado ambos dirigir la producción en la dirección deseada pero, inadvertidamente, han ofrecido un incentivo a un empleo de la tierra que ha tendido a agotar la fertilidad del suelo”.

“Los subsidios y los correspondientes precios establecidos han puesto tanto el acento sobre la expansión de estas dos cosechas que los intereses de los cultivadores han sido desviados de la obtención de costos de producción más bajos. Aunque no fuera así, los subsidios y los precios tarifados han fracasado porque ese apoyo del Estado no ha sido usado como un incentivo para la adopción de los métodos agrícolas necesarios”.

“Debe reconocerse que el sistema de subsidios, precios tarifados y cambios diferenciales aplicados a algunos de los principales productos agrícolas, ha tenido varios fines, algunos de los cuales de naturaleza social. Pero mientras uno de los objetivos ha sido intensificar el uso de tierras arables y aumentar la producción de granos, aceites industriales, y leche, muy poca importancia se concedió a la necesidad primaria de bajar el costo de producción conjuntamente con esa expansión”.

Dos notas complementarias para cerrar este artículo y esta serie:

lo. Tomando algunos años característicos encontramos que los rindes del trigo por hectárea, en el Uruguay han sido:

1908                                   845  kilos

1917                                   900   

1937                                   811   

1952                                   817   

2o. Mientras el Uruguay tiene un rinde en 1952 de 817 kilos por hectárea, he aquí algunos rindes de otros países en ese mismo año:

Bélgica                                 3190  kilos

Francia                                 1820  

Países Bajos                            3580  

Alemania Occidental                     2610  

Reino Unido                            2700

De estas pocas cifras se infiere como lo había predicho la inútil y candorosa Misión Internacional a que hicimos referencia:

- Que ha aumentado el área sembrada del trigo con la aparente ventaja consiguiente a una mayor producción; pero también con todos los inconvenientes que ese aumento acarrea.

- Que los rindes promediables por hectárea, no obstante los subsidios acordados y las millonarias sumas gastadas, no han sufrido variaciones apreciables.

- Que estos rindes siguen estando muy por de bajo de los rindes de otros países de agricultura más desarrollada.

Y sin duda, por haber dicho lo que dijo, es  que el informe de la Comisión del Banco y de la FAO, duerme, con las alas plegadas, en la calma de los archivos o al amparo de las flores de loto del estanque.

Los técnicos del Banco y de la FAO, no conocían sin duda, la simbólica historia de Juan Díaz de Solís. Se atrevió un día a incomodarnos nos lo comimos. Desde entonces su sombra tutelar de sacrificado, preside nuestros pacíficos y satisfechos destinos.

MARCHA, 10 de julio de 1953.

 “Las zonas más ricas de la República – el Sur y el Litoral – dedicadas a los cultivos cerealeros, viven de las zonas más pobres – centro y el este, en líneas generales - donde sólo puede hacerse, por pobreza de tierras, ausencia de caminos, alejamiento de los mercados y atraso general, cría de ovejas y vacunos”. Comentaba Carlos Quijano en Marcha el 30 de agosto de 1957

 

Es muy claro como los subsidios de la década del 50 y 60 se dieron sin obligaciones como contrapartida, de la misma manera que a la forestación en los últimos años. Así unos sectores de la economía subsidiaron a  otros, que trasladaron sus ineficiencias, sin que las críticas fueran escuchadas. Esta es una muestra más del manejo del 3 y 2 que hay que remontar para construir un proyecto de país, para todos.

No podemos seguir ignorando la historia con el disfraz de los discursos.

En el campo de la información, el tema de la deuda debe apuntar a  la mayoría de la población, es  la más afectada y es la que tiene la mayor ignorancia de cómo la impacta. Sin la toma de conciencia – debe histórico – de las mayorías, no serán posibles los cambios.

El modelo de economía desintegrada  ignoró la realidad de un mundo de subsidios – después de la segunda guerra -, no se trabajó en función de ello en los últimos 50 años, por eso nuestra cada vez mayor dependencia y debilidad.

Cuando convino políticamente, se les adjudicó la culpa de nuestros problemas, para esquivar responsabilidades.

 

Pero la responsabilidad es de los gobernantes que no trabajaron por  relaciones económicas de reciprocidad a lo largo de los últimos cincuenta años. Japón - entre otros - es quizás un ejemplo relevante de lo afirmado, le compramos por un valor, varias veces mayor  de lo que le vendemos.

Hoy construir relaciones de reciprocidad comercial, es cada vez más difícil, en el marco de una economía globalizada, donde las multinacionales condicionan a los estados.

 

En la economía desintegrada el interés nacional queda sometido a los intereses corporativos y los mayores costos los pagan los sectores rehenes. Todo lo que se proyecta, sin asumir la desintegración,  amplifica las desigualdades y termina generalmente en fracaso, nuestra historia de los últimos cuarenta años, abunda en ejemplos.  Numerosos proyectos productivos destruidos en cada crisis, son la mejor prueba, basta recorrer – nada más - la prensa de los últimos veinte años.

 

Tenemos que asumir que la desinformación sobre el país real ha sido y es enorme. Para ello debemos preguntarnos: ¿Cuál es el nivel de descontextualización de la información? ¿Cuánto hay de información calificada? Existe además información “manija” de todo tipo y nivel.

 

El marketing también debe ser cuestionado. Se realiza en el marco de una población con enormes asimetrías sociales, culturales y económicas. La imagen de  “la ñata contra el vidrio”, sin poder acceder, no podemos seguirla pasando por alto. Si el país no comprende como llegó hasta aquí, seguiremos resolviendo la coyuntura y no los grandes problemas estructurales. La historia no debe saltearse si se aspira ha construir el futuro. Sin memoria histórica no hay futuro.

 

El país asiste hoy a una canibalización social por los escasos recursos, en el marco de fuertes asimetrías, fruto del  modelo económico desintegrado.

Se ha profundizado la consigna del sálvese cada uno por su lado y la aceptación fatalista de los hechos.

 

¿No son suficientes los datos para cuestionar al modelo? ¿Podemos seguir sin analizar las causas, a la hora de instrumentar cambios? ¿Ya nos olvidamos del 2002?

 

Es necesario un sinceramiento de todos, sólo así podremos caminar hacia un proyecto de país, que sigue faltando.

Los universitarios que han apuntalado al  3 y 2 y los que callaron por servir intereses, ¿no tienen nada para decir frente a la vergüenza social que el país tiene hoy y que no es de hoy?

Sólo asumiendo se puede cambiar, nadie lo está haciendo y sí, como antes, reclamando corporativamente. El País sigue esperando.

 

 

*(1)El partido único es el que surge en el pacto del “chinchulín” – año 1931 - en el que se acuerda el reparto del poder - 3 y 2 - entre el partido colorado y un sector del partido nacional, incorporado luego por la totalidad de los dos partidos a la constitución de la república en la reforma de 1951.

 

*(2)Modelo Económico desintegrado”, es aquel en el que los distintos actores no  interactúan en un nivel de equilibrio, con sectores  rehenes y donde no se  contemplan  las distintas especificidades. Funcional a los corporativismos.

Una economía desintegrada es el campo propicio para encubrir las ineficiencias, cuyo costo pagan los sectores rehenes – económicos y sociales -.

La experiencia del país en los últimos 50 años es por todos conocida y como decía el maestro Couture, “lo obvio no necesita demostración.”

Nuestra economía – históricamente -, está fundada a partir de la confiscación de rentas del agro y a productor perdido. En los últimos 50 años, ha quedado expuesta la vulnerabilidad del país por esta causa. La gran paradoja  de la economía uruguaya es,  para que a unos les vaya bien a otros les debe ir mal, la década de los 90 es el ejemplo más cercano.

Las causas centrales son la falta de un proyecto país como elemento conductor y de un modelo de economía integrada*(3) que evite las transferencias abusivas al interior de la misma.

 

*(3) Economía integrada es aquella en la que todos los actores interactúan en un pié de equilibrio –sin rehenes- y atendiendo las distintas especificidades.

Economía integrada significa que el país es uno y no la dicotomía – campo, ciudad - funcional al modelo en curso y que tanto daño ha hecho.

Economía integrada potencia la eficiencia productiva, al no existir sectores a los que se le puedan confiscar recursos.

Economía integrada significa el fin de un modelo “facilongo”, en la que unos viven a costa de la marginación de otros.

Economía integrada significa pensar como país, entendiendo y atendiendo la diversidad, hay que terminar con las vacaciones de “arriba”.

La integración del país, es fundamental a la hora de vender al exterior, o integrarse a otras economías, las asimetrías juegan en contra. La integración permite dar sustentabilidad, acotando los vaivenes internacionales, no siempre fáciles de esquivar.

La economía desintegrada es dependiente, de las distintas visiones corporativas.

Hoy le sirve a unos y mañana a otros, y eso nos ha llevado al estancamiento en el largo plazo.

Una economía integrada no tiene desventajas, salvo para los intereses sectoriales, históricamente dominantes, que verán  limitado el lucro “fácil”.

Las desventajas de un modelo de  economía  desintegrada  están a la vista. 

 

phr@internet.com.uy                           Febrero  2006