EL DAÑO AL PAIS DESDE
1931 ES:
Político, económico, social, ético y moral.
“El que se conforma
con una situación de villanía,
es
su cómplice”.
José Martí.
Vivimos un tiempo de cinismo e hipocresía, nadie es
responsable de lo que le sucede al país económica y socialmente.
Pero hay hechos relevantes en los últimos 73 años, que la
desmemoria y la desinformación han ocultado, que han marcado – y marcarán - la
vida del país. Uno de ellos es el pacto
del “Chinchulín” – reparto del poder – entre el partido colorado y un
sector del partido nacional en 1931. El otro es la incorporación de este acuerdo a la constitución – legalizando el
reparto del poder - en la reforma de
1951. El sector que se oponía en 1931 se incorporó al acuerdo, ninguno
quiso quedar fuera del reparto. Ahí nace la corrupción institucionalizada que
afecta hoy a todos los sectores de la vida del país en mayor o menor grado. Es
un ejemplo claro de una ciudadanía desinformada y sobornada por el manejo
clientelístico. La ley de Lemas y el doble voto simultáneo domesticaron para
votar, pero con escaso o nulo margen para elegir.
En estos dos actos
políticos está la causa central de los problemas de los últimos 50 años y de
los problemas de hoy.
Esta legitimación del reparto – 3 y 2 – del poder, significa
la impunidad política y la discrecionalidad en el manejo del país. Ahí comienza
el deterioro de la democracia y el consecuente de la moral pública.
La oposición fue relegada a un papel testimonial. Así se
perdió la transparencia y la cristalinidad y se habilitó el camino a la
corrupción. La democracia así debilitada dio lugar a una “democracia” de las
formas, este ha sido el manejo hasta el 31 de octubre de 2004. El tiempo dirá
si la oposición, hoy en el gobierno, estará a la altura de la responsabilidad
histórica que tiene que enfrentar. El partido único* ha manejado el país como un feudo y en esas condiciones el desempeño de la economía
difícilmente podría ser distinto del que hemos tenido en los últimos 50 años.
Otra consecuencia de este manejo es la falta de credibilidad en las
instituciones, públicas y privadas.
El desarrollo
sostenido y sustentable necesita elementos esenciales que en este manejo no
existen; modelo de economía integrada, transparencia, cristalinidad y una
democracia profundizada a través del más amplio acceso al ejercicio de la libre
expresión.
Sin la menor duda podemos decir que el partido único* tuvo de rehén al país desde 1931
hasta el 31 de octubre de 2004. El daño moral y económico inferido al mismo
está marcado por las sucesivas crisis – tres - de la economía en los últimos
cuarenta años. Los indicadores
económicos y sociales del país hoy, nos
eximen de mayores comentarios, lo obvio no necesita demostración decía
Couture. Revertir esta situación implicará un trabajo de largo aliento y una
visión clara de las causas, para no
cometer los mismos errores. No es manteniendo las actuales estructuras por
donde se deberá transitar, no es tampoco con voluntarismos discursivos.
El principal problema es político y ético, no económico.
La dirigencia de este modelo
desintegrado –vigente- aspira a que sigamos pensando lo contrario.
Si no hay una visión
política distinta, los cambios no tienen futuro.
Hay que asumir que la dictadura política del partido único*, no es un eufemismo dialéctico,
ha corroído todos los estamentos de la vida socioeconómica del país. El
amiguismo, el tráfico de influencias, acomodos, gauchadas, la “viveza” criolla
y el manejo político partidario de la cosa pública han llevado a la sociedad un
estado de amoralidad. El modelo económico
desintegrado ha profundizado la insolidaridad, qué cada uno se arregle, es
una forma de dominio, dispersos no hay fuerza para reclamar y promover los
cambios. Hoy la solidaridad es un mito y parte del juego mediático de algunos
intereses.
Ahora escuchamos a dirigentes del partido Nacional haciendo
declaraciones como que ellos no son responsables de nada.
¿Ellos no han participado nunca del reparto clientelístico?
Desde el oficialista histórico, el diario El País, se sale a aplaudir a Azzini,
como si los efectos de la reforma cambiaria y monetaria no hubiesen tenido nada
que ver en la crisis de los 60.
La historia es muy clara, han participado en el reparto,
acomodos y tráfico de influencias, no pueden eludir la responsabilidad frente
al país, la impunidad tiene límites. El partido Colorado da señales al nuevo
gobierno diciendo que es lo que comparten y lo que según ellos es erróneo, cómo
el impuesto a la renta a instrumentarse. Por un mínimo respeto a la ciudadanía
y al país, los hoy opositores debería llamarse a un reflexivo período de
silencio, después de lo que han hecho, lo que dejaron de hacer y lo que no
hicieron en los últimos 50 años administrando al mismo.
Al no tener en cuenta esta realidad, se sigue hablando de
los problemas descontextualizados de la historia. Se habla del crecimiento
económico y no se habla del costo de la realidad social, así los números
cierran. Por eso los diagnósticos no son tales, son una máscara de la realidad.
Sin conocer y asumir las causas, no se puede cambiar y los mismos vicios
perduraran. El país por ignorar y no comprender ha llegado a esta encrucijada
histórica.
El 3 de diciembre de 1953 Carlos Quijano escribía en Marcha
un artículo titulado: “Más garantías menos libertades” y en
él entre otras cosas decía:
“el elector ha perdido
cada vez más libertad. El voto es secreto; los escrutinios limpios; el fraude
no existe; la coacción, teóricamente, tampoco. Pero a medida que las garantías
se han hecho mayores y más detalladas, la libertad de elegir se ha ido
diluyendo o desvaneciendo”. . . más adelante agregaba:
“toda nuestra actual
organización política, es una organización de fachada, muy abogadil, muy
“jurídica”, pero artificial y artificiosa. Cuida las formas, cumple los ritos,
respeta las apariencias; pero la realidad está ausente.
La realidad se amaña e
ingenia, por su parte, para hacer lo que le place. Un estudio acendrado de las
características nacionales, podría llegar a demostrar que el oriental, no
digamos el uruguayo, es un tipo especial que siempre, desde los más lejanos
tiempos de su corta historia, ha encontrado la manera de vivir dos vidas: la
aparente y la auténtica. Aquí, también, los molinos de Dios muelen lentamente
pero muelen muy fino. Proclamábamos nuestra fidelidad al rey y éramos
contrabandistas; pugnábamos por la federación e intuíamos la independencia;
declarábamos la incorporación a las Provincias Unidas y creábamos un nuevo
estado. Mientras las formas no aprietan demasiado a la realidad, las formas se
toleran y hasta se ensalzan.
Mirando hacia la
política, ¿es aventurado decir, puesto
ya el pié en el estribo, que el signo de nuestro tiempo es la persistencia de
los ritos y la desaparición de la fe?
A más de cuarenta años los hechos muestran la vigencia de lo
escrito y permiten reflexionar sobre el impacto del manejo político del partido
único*.
Para mantenerse en el poder desde 1931 el mismo creó una red
jurídica y administrativa a través de la cual las causas de los problemas
fueron ignorados o soslayados, todo se ha reducido a guardar las formas. Una
maraña de legislación que no se cumple; en lo social, en lo productivo, en la
justicia, enseñanza, etc., etc.
Así el país tiene la
imagen de un nivel, que no se compadece con la realidad.
Hay una trama de compromisos partidarios que aseguran la
impunidad y la desinformación.
El país de papel tiene
al país real encadenado.
Esta maraña permite a los actores corporativos más fuertes
utilizar los resquicios de la misma para defender sus intereses y esquivar las
responsabilidades.
A esto se ha llegado por el manejo del estado al servicio de
los intereses político partidarios. Las implicancias que alguna vez fueron
conductas inmorales, en las últimas décadas pasaron a ser cosa natural, por eso
reiteramos, estamos en un estado de amoralidad.
Hay que construir una conducta republicana de servicio al
país, y definir reglas al resto de los actores sociales y económicos de la vida
nacional.
Hoy muchos, en distintos ámbitos – empresariales, medios de
comunicación, etc. - se quieren sacar la responsabilidad y “ven” lo que no les interesó ver mientras les servia el
modelo en curso. Así aparecen en los medios; actos de corrupción en órganos del
estado, la mendicidad infantil, los barrios de Artigas donde niños mueren de
hambre, etc., etc. ¿Es creíble que estos problemas aparezcan de improviso? ¿O
se vienen ocultando desde hace muchas
décadas?
País desinformado, estos problemas estaban presentes hace
más de cincuenta años, fueron la causa de la profunda crisis socio-económica de
los sesenta y son los que explican en gran medida el Uruguay de hoy.
En el informe de la CIDE, 1964, y en la pastoral de
Tacuarembó de Monseñor Partelli, 1962, y la prédica semanal de Carlos Quijano
en Marcha, está descrito el país real de esos años. Pero el partido único* lo ignoró, la oposición no se
unió y así fuimos a la dictadura. No llegamos a ésta por exceso de democracia y
de equidad social.
Sin asumir la magnitud
de como se ha manejado el país desde 1931, no habrá bases serias para diseñar
una política de cambio que tenga horizonte de mediano y largo plazo.
En definitiva estamos frente a una enorme hipocresía que
gran parte de la ciudadanía ha avalado con su voto, por eso es necesario asumir para cambiar. Pero para asumir, como mínimo, hay que comprender
y para ello es necesario conocer a grandes trazos nuestra historia reciente.
Una cosa vital para creer en el cambio y hacer que éste sea
posible, pasa por recrear un estado sin tráfico de influencias, transparente,
donde las reglas de juego sean iguales para todos.
Reiteramos, hay que
asumir en toda su profundidad el manejo clientelístico y sus efectos en todos
los niveles, de alguna manera todos hemos sido funcionales al mismo, la
oposición no podía escapar a ello.
La empresa privada no estuvo ajena a este manejo, está lejos
de la transparencia, y las inversiones que todos reclaman, dependen en gran
medida de ella.
El 31 de octubre el partido único* fue derrotado en las urnas, se produce así la primera
alternancia del poder desde 1931.
Mi punto de arranque es el pacto del “Chinchulín”, porque
anteriormente el país tuvo proyectos; Artigas tenía un proyecto Nacional, los
Principistas también y Batlle y Ordóñez. Podríamos decir que se vivió hasta
fines de la década del 40 con el impulso del Batllismo.
Hoy el país carece de un proyecto Nacional y crearlo es nada
más ni nada menos el gran desafío que tiene que enfrentar la oposición, que
llega al gobierno después de tantas luchas y tanto dolor. No se puede esquivar
esa responsabilidad histórica, por tanto no se debe seguir por el mismo trillo.
Pero el efecto arrastre de esa larga dictadura política será
una rémora por muchos años y cuanto más clara tengamos la visión del país real, tanto más claro será
apuntalar los cambios para corregir las profundas asimetrías sociales y
económicas.
*El partido único
es el que surge en el pacto del
“chinchulín” – año 1931 - en el que se acuerda el reparto del poder – proporcional a los votos - entre el partido
colorado y un sector del partido nacional, incorporado luego por la totalidad
de los dos partidos a la constitución de la república en la reforma de 1951, a
partir de ahí es a cuota fija, 3 y 2.
phr@internet.com.uy Febrero 2005