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DESARMAR LOS MERCADOS FINANCIEROS Ignacio Ramonet
El tifón que han experimentado
las bolsas de Asia amenaza al resto del mundo. La mundialización -cuyo
principal motor es la optimización a escala planetaria del capital
financiero- está poniendo a los pueblos en estado de inseguridad
generalizada. Ignora y rebaja a las naciones y a sus Estados en tanto
espacios idóneos para el ejercicio de la democracia y como garantes del
bien común.
La mundialización financiera ha creado de esta forma su
propio Estado. Un Estado supranacional, que dispone de sus aparatos, de
sus redes de influencia y de sus propios medios de acción. Se trata de la
constelación formada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco
Mundial , la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE) y la Organización Mundial del Comercio (OMC). Estas instituciones
hablan con una sola voz - amplificada por la práctica totalidad de los
media - para exaltar las "virtudes del mercado".
Este Estado
mundial es un poder sin sociedad, ya que este rol es ejercido por los
mercados financieros y las empresas gigantes de los que son mandatarios.
El resultado es que las sociedades realmente existentes son sociedades sin
poder (1). Y todo esto no deja de agravarse. (Léase en éste número el
dossier sobre la crisis financiera actual). Sucesora del GATT, la OMC
se ha transformado desde 1995 en una institución dotada de poderes
supranacionales y situada fuera de cualquier control por parte de las
democracias parlamentarias. Una vez que se propone intervenir, la OMC
puede declarar a las legislaciones nacionales en materia de derecho
laboral, de medio ambiente o de salud "contrarias a la libertad de
comercio" y pedir su derogación (2). Por otra parte, desde mayo de 1995,
en el seno de la OCDE, al margen de la opinión pública de los
diferentes países, se negocia el muy importante Acuerdo Multilateral de
Inversiones (AMI), que deberá ser firmado en 1998, y que se orienta a dar
plenos poderes a los inversores frente a los gobiernos.
El desarme
del poder financiero debe convertirse en un objetivo de interés cívico de
primera magnitud, si se quiere evitar que el mundo del próximo siglo se
transforme en una jungla donde los predadores impongan su
ley. Diariamente unos 1.500 millardos de dólares realizan múltiples
idas y venidas, especulando sobre las variaciones en las cotizaciones de
las divisas. Esta inestabilidad de los cambios es una de las causas del
alza de los intereses reales, que frena el consumo doméstico y las
inversiones de las empresas. Incrementa los déficits públicos y por otra
parte incita a los fondos de pensiones, que manejan centenares de miles de
millones de dólares, a reclamar a las empresas dividendos cada vez más
elevados. Las primeras víctimas de esta "caza" del beneficio son los
asalariados, cuyos despidos masivos hacen subir las cotizaciones
bursátiles de sus ex-empleadores. ¿Pueden las sociedades seguir
tolerando lo intolerable por mucho tiempo?. Es urgente arrojar algunos
gramos de arena en el engranaje de estos movimientos de capitales
devastadores. De tres formas: supresión de los "paraísos fiscales";
aumento de la fiscalidad en las rentas del capital; aplicación de tasas
sobre las transacciones financieras.
Los paraísos fiscales son
zonas en las que reina el secreto bancario, que no sirve más que para
camuflar malversaciones y otras actividades mafiosas. Miles de millones
de dólares son sustraídos de esta forma a toda fiscalidad en beneficio de
los poderosos y de los establecimientos financieros. Porque todos los
grandes bancos del planeta tienen sucursales en los paraísos fiscales y
extraen un gran provecho de ello. ¿ Por qué no decretar un boicot
financiero, por ejemplo, a Gibraltar, o a las Islas Caimán o a
Liechtenstein, mediante una prohibición a los bancos que trabajan con el
sector público de operar y abrir filiales en esos lugares?. El impuesto
sobre las rentas financieras es una exigencia democrática mínima. Estos
beneficios deberían ser sometidos exactamente a la misma fiscalidad a la
que se somete a las rentas del trabajo. Esto no sucede en ningún lugar, en
particular en la Unión Europea.
La libertad total de circulación de
capitales desestabiliza a la democracia. Por ello es importante poner en
marcha mecanismos disuasorios. Uno de ellos es la Tasa Tobin. Que toma su
nombre del Premio Nobel norteamericano de economía, que la propuso en
1972. Se trata de gravar, de forma módica, todas las transacciones sobre
los mercados de cambios para estabilizarlos y al mismo tiempo para
procurar ingresos a la comunidad internacional. Con un nivel del 0,1%, la
tasa Tobin lograría anualmente unos 166 mil millones de dólares, dos veces
más que la suma anual necesaria para erradicar la pobreza extremada de
aquí al comienzo del próximo siglo (3). Numerosos expertos han señalado
que la puesta en práctica de esta tasa no presentaría ninguna dificultad
técnica (4). Su aplicación arruinaría el credo liberal de cuantos no cesan
de evocar la ausencia de soluciones de recambio al sistema actual. ¿Por
qué no crear (a escala planetaria) la Organización No Gubernamental Acción
por una Tasa Tobin de ayuda a los ciudadanos (ATTAC)?. En coordinación con
sindicatos y asociaciones con finalidades culturales, sociales o
ecológicas, podría funcionar como un formidable grupo de presión cívica
ante los gobiernos para impulsarles a reclamar finalmente la puesta en
marcha efectiva de este impuesto mundial por la solidaridad." Ignacio
Ramonet
(Editorial del n¼ 26, diciembre de 1997,Le Monde
diplomatique, edición española).
(* ) Artículo que inició el
Movimiento ATTAC(1) Léase André Gorz, Misères du present, richesse de
l'avenir, Gallilée, París, 1997; así como la comunicación de Bernard
Cassen en el coloquio "La social-démocratie à l'eure de la
mundialisation", organizado por el partido Quebequés (PQ) en septiembre de
1997. Por otra parte, del Grupo de Lisboa, presidido por Riccardo
Petrella, el estudio titulado "El desarme financiero". (2) Cf. Francois
Chesnais, La mundialisatión du capital, Syros, París, 1997 (3) Rapport
sur le developpment humain 1997. Económica, París. (4) Cf. Mahbub Ul
Haq, Inge Kaul, Isabelle Grunberg. The Tobin Tax; Léase LeMonde
diplomatique, edición española, febrero de
1997. |